El vino es más que una bebida; es una conexión con nuestra historia como humanidad. Su origen se remonta a aproximadamente 7,000 años atrás, cuando las primeras civilizaciones en la región del Cáucaso comenzaron a fermentar uvas. A medida que las culturas se expandieron, también lo hizo el arte de la vinificación, llegando a Egipto, Grecia y Roma, donde el vino adquirió un significado espiritual y social.
En la Edad Media, los monasterios europeos perfeccionaron las técnicas de elaboración, sentando las bases de la industria moderna. Hoy en día, el vino no solo es un placer para los sentidos, sino también un testimonio vivo de las tradiciones que hemos heredado. Desde las antiguas ánforas de barro hasta las modernas bodegas tecnológicas, el vino ha evolucionado, pero su esencia sigue siendo la misma: unir a las personas en torno a una copa.